Es una opción de tratamiento quirúrgico para el cáncer de riñón localizado y el cáncer de riñón localmente avanzado. El objetivo es la extirpación del riñón completo junto con el tejido graso que lo rodea. Esta cirugía se lleva a cabo cuando no es posible extirpar el tumor y dejar parte del riñón intacto. Se recomienda en general para el cáncer de riñón en estadio II, o para los tumores de estadio I en los que la nefrectomía parcial no es buena opción.
Mucha gente puede vivir con un único riñón, sin mayores complicaciones.
Para la realización de una nefrectomía radical se necesita anestesia general.
La cirugía laparoscópica generalmente permite una recuperación más rápida que la cirugía abierta, pero la técnica es bastante compleja, y su médico precisa tener experiencia en este tipo de procedimiento. La nefrectomía radical laparoscópica se puede realizar también asistida por un sistema quirúrgico robótico.
¿CÓMO SE LLEVA A CABO LA CIRUGÍA?
Primero se determina el tamaño del tumor. Para evitar la siembra de células del tumor, el cirujano mantiene el riñón cubierto por una capa protectora de tejido graso. El cirujano separa del riñón la arteria renal, la vena renal, y el uréter. Finalmente, el riñón extirpado.
¿CÓMO SERÁ EL SEGUIMIENTO?
Tras una nefrectomía radical por cáncer de riñón su médico planificará un calendario de visitas de revisión. La frecuencia de esas visitas dependerá de la clasificación del tumor extirpado. El seguimiento dura al menos 5 años. Algunas pruebas frecuentes en estas visitas son las TC abdominales, las ecografías, las radiografías de tórax, y los análisis de orina y sangre.
RIESGOS Y EFECTOS SECUNDARIOS DE LA CIRUGÍA
Los riesgos a corto plazo de cualquier tipo de cirugía incluyen reacciones a la anestesia, sangrado profuso (lo que podría requerir transfusiones de sangre), coágulos sanguíneos e infecciones. La mayoría de las personas experimentará al menos algo de dolor tras la operación, lo que usualmente se puede aliviar con medicinas contra el dolor, de ser necesario.